La partida por parte de un Estado miembro se encuentra prevista en el art. 50 del Tratado de la Unión Europea (Diario Oficial de la UE, pub. 30.03.10), el cual posibilita la retirada de un socio debiendo, previamente, notificar su intención al Consejo Europeo, para lo cual debe celebrar un acuerdo para establecer las condiciones del apartamiento (art. 218). En este caso, el Tratado dejará de aplicarse al Estado que se va a partir de la entrada en vigencia del convenio de salida.
Transcurriendo el año 2016 en Inglaterra se llevó a cabo un referéndum en el que por medio de la votación de los ciudadanos se decidía la continuidad o no de su pertenencia a la Unión Europea. Esta consulta popular dio como resultado una expresión mayoritaria, aunque ajustada, de un 52% de votos favorable al “si”.
Sin embargo, a pesar de esta expresión de voluntad del pueblo inglés, la cual lleva ya un par de años, hasta el día de la fecha, la misma no se ha concretado, aún, producto de los temores que gobiernan a las autoridades y la negativa del Parlamento Británico de aprobar la negociación que había llevado adelante la anterior premier Británica: Theresa May con Bruselas, debido a los efectos nocivos que provocaría este alejamiento en la economía inglesa.
El centro financiero más importante del mundo localizado a lo largo del Támesis enfrenta un serio desafío, la lenta y aún no completa, ni convencida, salida de Gran Bretaña de la Comunidad Económica Europea.
Las compañías corren el riesgo de enfrentarse con monedas volátiles, o bien con cambios climáticos, lo que sumado a los acontecimientos políticos de cada Estado hacen predecir un complejo futuro para las empresas que se estructuraron para trabajar en comunidad con otras naciones proyectado a muchas décadas.
La distribución del riesgo a gran escala tiene una influencia global para las economías más fuertes según los índices de PBI, por lo que decisiones sobre posibles salidas de acuerdos comerciales deben ser, minuciosa, profunda y concienzudamente, estudiadas y analizadas, en especial por los efectos económicos que producirán tanto para el que se retira como para los que deben reacomodar su economía como consecuencia del Estado que abandona la comunidad. Pobreza y desabastecimiento podrían ser sinónimos que prevalecerán tanto para uno como para otros.
Aunque la crisis financiera de 2008 no afectó, mayormente, a los sectores más alejados de los centros neurálgicos económicos, hoy la apertura a los capitales y las políticas regulatorias de los Estados amenazan con destruir el marco legal que permite que las firmas operen más allá de sus fronteras como, asimismo, que los miembros fundadores de la comunidad (Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos) y el resto de los Estados Europeos (en total 28) trabajen en pos de los negocios para el conjunto de la zona euro.
Un trabajo de la escuela de economía de Londres que mira el impacto de Gran Bretaña moviéndose hacia las reglas de WTO (World Trade Organization) encuentra, incluyendo estos efectos dinámicos, que se triplica el cálculo estimado de caída del PBI por persona.
Este mismo estado de situación se podría trasladar a otras latitudes, con las graves consecuencias que ello acarrearía para países que adaptaron sus inversiones y economía para abastecer o proveer bienes o servicios hacia los países miembros.
Sin embargo, a pesar de que estos acuerdos pueden mitigar las secuelas de la salida, los resultados y consecuencias a largo plazo podrían ser irreversibles, lo que llevaría a la región a un estado de inestabilidad permanente.
De acuerdo a un informe publicado por la Cámara Argentina de Comercio, el intercambio comercial entre Argentina y Brasil totalizó US$1.478 millones en enero de 2019, resultando un 23,7% inferior al valor registrado el año anterior, como consecuencia del importante retroceso de las importaciones argentinas desde Brasil (43,7%), pese al avance en las exportaciones locales hacia aquel destino (9,5%), que sumaron US$682 millones y US$796 millones, respectivamente, principalmente, vehículos de carga, trigo en granos y gas propano líquido.
Argentina se encuentra en el cuarto lugar entre los mayores proveedores de Brasil, por debajo de China (US$5.148 millones), Estados Unidos (US$2.267 millones) y Alemania (US$893 millones). Asimismo, respecto a los principales compradores de Brasil, Argentina se ubicó quinta, detrás de China (US$4.069 millones), Estados Unidos (US$2.311 millones), Panamá (US$1.338 millones) y Países Bajos (US$683 millones).
El aumento de las exportaciones de Argentina hacia Brasil (9,5%), se justifica en la mejora del nivel de actividad del vecino país, mientras que la baja en las importaciones argentinas (43,7%) se explica, principalmente, por la abrupta caída del consumo.
En la comparación mensual ?respecto a diciembre de 2018? el intercambio entre ambas economías descendió un 11,7%, debido a la disminución tanto de las exportaciones de Argentina hacia Brasil (17,7%) como de las importaciones argentinas (3,4%) en dicho período (CAC).
Los vínculos entre Brasil y Argentina hoy siguen siendo fuertes, y mantener las buenas relaciones dentro del eje Mercosur permitirá seguir generando negocios y apertura de mercados para ambos países, como así también para los demás que integran el bloque. La batalla por las ideas fuerza que dieron pie al nacimiento del Tratado de Ouro Preto se perdería indefectiblemente para ambos Estados.
Un país en el sillón del psicoanálisis examinando qué decisión tomar: salir o quedarse en el Mercado Común del Sur; no solo traerá consecuencias para las firmas que poseen negocios en ambos países, sino también para el sector laboral al verse reducido el comercio para ambas naciones.
Una partida estrepitosa de Brasil del Mercosur podría acarrear hacia el abismo de una recesión mayor para toda la región. En este caso, Brasil podría cargar con los costos de una salida anticipada y abrupta, teniendo que abonar tarifas diferentes respecto de los bienes objeto de transacción dentro del Mercosur, sin dejar de observar que raramente los que salen son los más beneficiados económicamente. Una eventual reducción del comercio entorpecerá el crecimiento a largo plazo, por cuanto la inversión sería más baja.
Las declaraciones del Presidente de Brasil (Jair Bolsonaro) y de su Ministro de Economía, lanzadas al viento, sin tener en cuenta las consecuencias de tales dichos, contribuyen a generar un clima de mayor inestabilidad en la región, sin reparar en que Argentina es el mayor importador del sector industrial brasileño.
La opción de quedarse o salir de un gran acuerdo comercial, como querer separar Río de Janeiro del resto de Brasil, no deja de tener serias consecuencias para los servicios financieros que garantizan las inversiones en el país que se aleja, sin contar, previamente, con un acuerdo de disolución.
Como definía un poeta y dramaturgo alemán, algunas veces “se tiende a poner palabras allí donde faltan las ideas” (Goethe).