Las tasas de referencia del BCRA pasaron del 27,5% al 40% (LEBAC) para luego superar el 70% al inaugurarse las nuevas letras del BCRA (LELIQ), en reemplazo de sus antecesoras, lo cual pegó de lleno en la actividad económica, profundizando la recesión que ya se vislumbraba irreversible hacia fines de año.
La corrida bancaria, fuga de capitales, las altas tasas de interés, la depreciación de nuestra moneda, el incremento del dólar (pasó de $19 a fines de 2017 a los poco más de $39 de fines de 2018), la suba de precios de tarifas y servicios, la caída del consumo, a lo que se suma un incremento significativo de la deuda externa ?producto del programa de asistencia financiera brindado por el FMI, a los fines de contener la salida de capitales? generaron el caldo de cultivo adecuado para que el año que finalizó sea digno de archivar en el baúl de los recuerdos.
La caída de 2.5% del PBI provocó una abrupto derrumbe del consumo interno aunque permitió, temporalmente, equilibrar la balanza de pagos entre importaciones y exportaciones, ya al cierre del año, reduciendo el rojo comercial.
La inflación se hizo sentir en todos los sectores de la economía, lo cual profundizó la recesión con una caída significativa en la actividad comercial, industrial y agropecuaria. La receta, nuevamente, un plan de ajuste y contención del gasto necesarios para equilibrar las cuentas públicas, con el impacto que ello genera en provincias que no gozan de los beneficios que otorga la cercanía a los principales puertos y centros productivos y de consumo.
El sector industrial no fue ajeno a todo este escenario registrando una de las mayores caídas en los últimos años, ya que a partir de mayo/junio comenzó a observarse un fuerte período contractivo.
El sector automotriz, producto de la abrupta caída de las ventas sobre todo al mercado interno, textiles, el comercio mayorista y minorista, la construcción y la industria metalmecánica sufrieron las caídas más notorias que en algunos casos superó holgadamente los diez puntos porcentuales interanuales. En el caso de los hidrocarburos, producto del incesante aumento de los combustibles, también se vieron afectados los estacioneros.
Las PyME ?las cuales generan el 70% de la masa salarial en el país? producto del fuerte impacto derivado de la caída en la actividad económica y las enormes dificultades para acceder al crédito por las altas tasas, no fueron ajenas a los avatares de una economía pendulante.
Todos estos datos, a lo que se suma una intolerable presión tributaria que espanta todo tipo de inversión, impactan fuertemente en la tasa de desempleo, ya que la abrupta caída del consumo se traslada, más tarde o más temprano, a la reducción de personal. De allí es que se ha observado un aumento en las suspensiones y despidos como un instrumento de contención del costo empresario.
La construcción y el sector inmobiliario cierran este derrotero de sujetos perjudicados frente a las empresas energéticas y el sector financiero que tuvieron un incremento en sus volúmenes de operaciones y rentabilidad, si se mide en comparación con el año inmediato anterior (2017), pese al mal clima general.
Más allá de este escenario desolador, llegó el G20, y a pesar de los pronósticos de algunos agoreros, tras los incidentes producidos en una gesta futbolística que costara jugar la final de la copa Libertadores en la madre patria, pudimos demostrar que cuando nos proponemos podemos hacer las cosas mejor que nadie.
El G20 organizado en Argentina ya pertenece a los hitos de nuestra historia, al haber sido fieles testigos de que pisaran nuestro terruño los representantes más encumbrados del poder económico global (los cuales concentran el 85% del PBI mundial), congregando el interés de la prensa internacional.
Sin embargo, en un contexto de personalidades (presidentes, ministros y miembros de los países más importantes de la tierra), y las declaraciones sobre temas de importancia, la cuestión de los aranceles en la relación China - EE.UU. concitó la atención del anfitrión como, asimismo, de los visitantes por el impacto que ello provoca en la economía mundial.
La posición Argentina ?en el contexto internacional? acaparó la mirada de propios y ajenos, lo cual se coronó con la foto de los principales representantes de todas las potencias presentes, con lo que nuestro país quedó bien parado, acreditando ?de esta forma? nuestra enorme capacidad de inserción y vinculación con el mundo.
La foto de todos los presidentes, cual postal de un horizonte sin fronteras, muestra de unidad y reconocimiento internacional puertas afuera tuvo, a la par, la carencia de una muestra de unión y trabajo de consuno entre los distintos sectores, frentes y dirigentes de la totalidad del arco político, empresarial y sindical, en el plano interno.
En un año de turbulencias que se anticipan desde lo económico, frente a una puja electoral en torno a la elección del futuro Presidente, los cumulus nimbus que sobrevuelan Argentina (inflación, recesión, aumento del tipo de cambio, desempleo, probable default, etc.) alertan acerca de la necesidad de que nuestros representantes (oficialistas y oposición) estén a la altura de las circunstancias.
Un acuerdo donde participen todos los sectores políticos con un proyecto serio de país para los próximos decenios se hace imprescindible, independientemente del resultado de las elecciones de octubre. Tal vez sea hora de dejar de sembrar esperanzas en los inversores externos y apostar al crecimiento y desarrollo de los locales. Para ello se necesitará reducir, entre otras medidas, la enorme presión fiscal y las altas tasas de interés.
Dios ilumine a nuestros dirigentes, Argentina necesita mucho más que buenas intenciones.
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