Hoy voceros del oficialismo salieron a decir que este “incidente” despertó la xenofobia y nos recalcan, desde la lejana Buenos Aires, la hermandad con el pueblo boliviano. Justo a nosotros, que adoramos a la Virgen de Urkupiña y al Señor de Quillacas, igual que nuestros vecinos, que honramos a la misma Pachamama, que comemos el mismo picante de pollo, que hablamos el mismo quechua, que tenemos los mismos rasgos aimaras.
Pero nuestra hermandad va mucho más allá. Nosotros con Bolivia comerciamos a diario, nuestros cuentapropistas alimentan el comercio fronterizo desde hace décadas. Nosotros recibimos a los hermanos bolvianos en la Quiaca y ellos nos saludan y abrazan en Villazón. Sabemos de sus necesidades y las suplimos con microimportaciones, comerciamos indistintamente con su moneda o la nuestra.
Pero no sólo eso, también hay una relación turística que nos hermana profundamente. Ellos conocen nuestra Quebrada de Humahuaca como nosotros sus minas en Potosí, sa han asombrado con la inmensidad de nuestra Puna, como nosotros perdimos nuestra mirada en su mágico Lago Titicaca. Llevamos cien años de una hermandad que es imposible entender desde Buenos Aires.
Como también les es imposible entender, desde la lejana Ciudad Autónoma de Buenos Aires la gravedad de este “incidente”. Ahora quienes se abrazaban se miran con desconfianza, ahora los argentinos temen pasar a comerciar a Bolivia, como lo hacían a diario, por miedo a tener un accidente y no recibir atención médica. Los bolivianos que venían a pasar unos días y distenderse en nuestra Quebrada tienen temor a las represalias por la muerte de Benítez.
Este hecho fue un estiletazo que hirió a dos patrias y a dos economías que, como todas, ya han sufrido demasiado con la pandemia y las sucesivas crisis en ambos países. En el año 2018, luego de que Manuel Vilca sufriera una situación similar a la de Benítez y fuera, literalmente, rescatado por el avión sanitario de la provincia de Jujuy, Gerardo Morales, planteo e insistió con un tratado de reciprocidad en la atención médica.
El Gobernador jujeño recibió cientos de críticas y acusaciones de xenofobia, pero logró que ambas naciones hermanen sus sistemas sanitarios y la atención sea gratuita de ambos lados de la frontera. Pero, claro, en el coqueto Palacio San Martín un tratado que no afecte a los Bonaerenses y porteños es casi papel higiénico, nadie se encargó de cumplirlo, mucho menos de hacerlo cumplir. Miles de dólares gastados en abrir mercados, que nunca se abren, del otro lado del océano, sueldos cuantiosos en asesores y funcionarios de primera, segunda y tercera línea y nadie pudo ver lo que pasaba en nuestra frontera, con nuestros hermanos, con los que hablan nuestro mismo idioma, con los que a diarios pisan nuestra tierra. Esta vez no estuvo Morales para enviar un avión sanitario y Bénitez murió junto con la confianza de dos pueblos, el jujeño y el boliviano que ayer eran socios comerciales.
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