Esta actividad, con grandes potenciales en Jujuy, reflota las experiencias ancestrales y da un giro hacia el paradigma sustentable con beneficios ambientales. Mediante la confraternización entre las Comunidades Andinas Manejadoras de Vicuña de Yavi (CAMDVY): Inti Cancha, Suripugio, Larcas, El Cóndor, Quirquinchos, Cholacor, Escobar, Corral Blanco, Azul Kasa; y de Lagunillas del Farallón, de Rinconada, se lleva adelante el aprovechamiento del recurso, combinando actividades de manejo, conservación y protección animal.
El año vicuñero cerró en Suripugio, en el departamento de Yavi, lugar en donde se concretó el último chaku. Esto dejó, además de 392 kilogramos de fibras producidas, muchas expectativas y proyecciones de cara al fortalecimiento del sector para el año entrante, entre ellas, priorizar la cadena de valor, aumentar el valor agregado y la comercialización de la fibra.
Durante los procesos, e incluso, la última producción, los Ministerios de Ambiente, de Desarrollo Económico y Producción, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), y la Subsecretaría de Agricultura Familiar (SAF) trabajan de forma conjunta monitoreando y fiscalizando toda la actividad, garantizando de este modo la legalidad del proceso y la trazabilidad de la fibra, para su posterior comercialización en textiles e indumentaria.
Mucho se ha hablado de la actividad que resurgió este último año, y motivo de esto es el apoyo del gobierno provincial y otras instituciones.
Jujuy, entre los practicantes de la actividad (Bolivia, Perú y Chile) concentra la mayor cantidad de ejemplares, con alrededor de 120 mil vicuñas y esta importante cifra, destaca a la provincia como líder de este modelo de cosecha de fibra, que trae consigo impactos benéficos en lo ambiental, social, cultural y económico. No sin –antes- lograr que las comunidades fortalezcan su producción con procesos posteriores a la esquila, como son la limpieza de la fibra y –clave- construir circuitos de comercialización.
El Chaku, como ritual productivo perfeccionado por las comunidades jujeñas, organiza a las vicuñas para ser arriadas, guiándolas con sogas extendidas de colores, para ir formando una especie de embudo mientras se camina cerca de ellos hasta poder formar un cerco humano y dirigirlas también caminando hasta el corral, donde se las esquila.
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